Despedir el año con una cena familiar es una costumbre que se mantiene al interior de los hogares cubanos, donde la mayoría de las personas no renuncia al lechón asado, el arroz congrí, la ensalada, la yuca con mojo y el dulce con queso. Sin embargo, el contexto actual, permeado por tradiciones extranjeras y la apertura de establecimientos privados, ha hecho que las fiestas se vivan de manera diferente.
Comer en familia es algo que no desaparece, solo que ahora no siempre se cocina en casa. Los restaurantes que mantienen abiertas sus puertas el 31 de diciembre tienen reservas completas desde meses antes; así mismo los negocios de comida a domicilio. Y luego de la cena, se espera año nuevo en espacios públicos donde tocan orquestas, fiestas particulares, o bares privados.
Es esta última opción una de las que más prefiere la población joven de la capital cubana. Allí comparten con sus pares, encuentran figuras públicas del mundo artístico, disfrutan de música grabada y en vivo, y acceden a determinadas prebendas que ofertan los bares en estas fechas.
Los cocteles de cortesía a la entrada, barra libre de chupitos de tequila, rifa de electrodomésticos, cestas navideñas o botellas de bebidas son algunas de las estrategias de estos establecimientos para atraer más público. Y les funcionan muy bien, pues desde hace cerca de tres años la mayoría de los bares privados de La Habana se repletan el 31 de diciembre.
Además de sitios como Bar Esencias, Espacios, Encuentro, hay otros lugares que proponen una noche inolvidable. Entre ellos está la Fábrica de Arte Cubano (FAC) y Estudio 50, donde habitualmente se congregan muchísimos jóvenes y las ofertas artísticas y musicales son muy variadas.
También son tendencia las terrazas de nuevos hostales y hoteles de La Habana como Malecón 663, el Manzana Kempinski, el Packard, o el recién inaugurado Prado. De ellos siempre queda un lindo selfie de fin de año.